Aquel 25 de enero, Miguel Ángel se quedó sólo en casa. Su esposa, Marga, salía del barracón que tenían asignado desde hacía 6 meses para ir al médico. Tan sólo tardó una hora en regresar, pero esa hora, esa maldita hora, fue la última de Miguel Ángel.
Tenía 53 años y llevaba 5 sin
trabajo. Las deudas a bancos y a amigos lo tenían asfixiado. No recibía ninguna
prestación. Los seis meses que vivió en aquel frio barracón después de que el
Banco de Santander les desahuciara, fueron los más duros de su vida. Era un
hombre duro, fuerte, trabajador. Dejó dos hijos adolescentes a los que no les
pudo dar lo que a él le hubiera gustado tener.
Cuando decidió enganchar aquella
cuerda en el metálico gancho del barracón que servía para sujetar una humilde
bombilla, dudó si sabría hacer una soga y no se pudo parar a pensar en lo que
dejaba. Estaba cegado por la desesperación.
Miguel Ángel era sólo un caso más de
las 3910 personas que se quitaron la vida en el año 2014, la mayor cifra
registrada desde que se tienen datos. Supone el doble del número de fallecidos
por accidente de tráfico, 1873 defunciones. El suicidio se convierte así, en la
primera causa de muerte no natural en España.
Es significativo también, que en el
año 2007, año del comienzo del expolio al pueblo que muchos denominan “crisis”,
la cifra de suicidios era la mitad que la de fallecimientos por accidentes de
tráfico. Desde entonces, la cifra de suicidios ha aumentado en casi un 25% cada
año, mientras que los muertos en accidentes, se reduce.
Según Martin Östreem, coordinador
del Ministerio de Interior sueco, países como España deben no sólo crear un
plan al estilo nórdico para evitar suicidios, sino que tiene que ir acompañado
de políticas sociales que no dejen fuera de la sociedad a las personas. Es un
fenómeno que, según su opinión, llega para quedarse.
Actualmente, Marga vive sóla, en un
pequeño piso de alquiler social. Es muy pobre y sigue, de alguna manera, al
margen de la sociedad. Come en un comedor social y recibe ayuda de Cáritas.
Hace ya casi dos años que no ve a sus hijos. Está enferma. El drama humano que
viven muchos ciudadanos en España en pleno siglo XXI, es una vergúenza que no
se puede consentir. Los gobernantes de ésta mal llamada “democracia”, al
servicio de los grandes poderes económicos, deberían responder ante la justicia
por sus manos manchadas de sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario